Hola a todas y todos:
Abrimos el tema de hoy con un título reivindicativo, y es que de eso van los días internacionales ¿no? Están ahí para informar, concienciar y visibilizar la existencia de asuntos pendientes en nuestras sociedades, de problemas sin resolver, como sería el caso de la lacra de la violencia de género. Entonces, una vez que somos conscientes y hacemos visible el problema, ¿qué más hacemos en un día internacional? Como decíamos al principio…¡reivindicar! exigir a nuestros estados y gobiernos que se responsabilicen, se comprometan y actúen, que tomen medidas integrales y especializadas a largo plazo y así como de prevención, las doten de los recursos necesarios y garanticen su aplicación.
Antes de continuar, vamos a conocer brevemente el origen de este movimiento, y para ello, debemos remontarnos al 25 de Noviembre de 1960, año en el que tres activistas políticas fueron asesinadas por orden del dictador Rafael Trujillo en la República Dominicana. Ellas eran conocidas como ‘la tres mariposas’, Patria, Minerva y Maria Teresa, las hermanas Mirabal; por sus crueles y violentas muertes, en honor a ellas, comenzamos a reivindicar.
En el I Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe de 1981 celebrado en Bogotá, se propuso por primera vez conmemorar el 25 de noviembre, para visibilizar las luchas históricas de las mujeres y denunciar la violencia de género y los abusos, que se producen en diferentes ámbitos, hacia las mujeres y las niñas. Años más tarde, en 1999, la ONU decidió sumarse a la fecha reivindicativa y declaró oficialmente el 25N como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
La ONU define la violencia contra las mujeres y las niñas como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”
Ahora que entendemos la procedencia de este movimiento, veamos como es la situación actual respecto a la violencia de género. Según los datos de la OMS, en su último informe de 2018 ‘Género y salud de la Mujer’, ‘el porcentaje de mujeres que habían tenido pareja alguna vez y que habían sufrido violencia física o sexual, o ambas, por parte de su pareja a lo largo de su vida oscilaba entre el 15% y el 71%, aunque en la mayoría de los entornos se registraron índices comprendidos entre el 24% y el 53%. (…) el mayor número de experiencias violentas se registraba en entornos provinciales (fundamentalmente de población rural) en Bangladesh, Etiopía, Perú y la República Unida de Tanzania.’
Por otro lado, según el informe de seguimiento de la Agenda 2030, realizado por ONU Mujeres (2017), en referencia al ODS 5-Igualdad de género: ‘Una de cada cinco mujeres y niñas de entre 15 y 49 años de edad declararon haber sufrido violencia física o sexual a manos de una pareja íntima en los últimos 12 meses’. Para conocer los datos más ampliamente, así como otros aspectos como el matrimonio infantil, la mutilación genital femenina, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, etc. accede al informe.
El informe de seguimiento de la Agenda 2030, al analizar la violencia de género, asegura que ‘se trata de un problema que tiene sus raíces en relaciones de género desiguales’. Sin embargo, me llama la atención que en ninguno de los informes anteriormente mencionados se haga alusión explícita al sistema patriarcal o patriarcado, como causante de las desigualdades de género y de sus consecuencias en forma de numerosas y diversas situaciones de violencia que sufren las mujeres y las niñas.
Como ya explicaba TidusCoop en un anterior artículo ‘El mito del empoderamiento de la mujer’ la estrategia de empoderamiento de las mujeres ha sido y es ampliamente instrumentalizada en muchos programas de desarrollo de diferentes ONGs para caminar hacia la ansiada igualdad y/o equidad de género. Entonces, ¿avanzar y lograr esta situación es responsabilidad única de las mujeres y las niñas? ¿la solución del problema es únicamente a través del empoderamiento de las mujeres? Evidentemente no, y con ello, estamos invisibilizando la responsabilidad de la otra mitad de la población, de la que, en muchas ocasiones, ejerce y perpetúa la violencia.
‘‘Los complejos factores que alimentan la violencia contra las mujeres y las niñas, que además dependen del contexto, sugieren que no existe una única solución capaz de erradicarla. En lugar de ello, se requiere un conjunto integral de medidas que, de manera simultánea, ayuden a las mujeres que han experimentado violencia y la prevengan antes de que se produzca.’ (ONU,2017).
Dicho esto, nos parece clara la necesidad de abordar las causas fundamentales de las desigualdades de género que sitúan a mujeres y niñas en situaciones de peligro y vulnerabilidad. Nuestra propuesta, se basa en la importancia de las medidas de prevención y sensibilización que cuestionan el sistema patriarcal y las normas, creencias y actitudes que normalizan las desigualdades en las relaciones, para así, poder entender su relación con las diferentes formas de discriminación, violencia y prácticas tradicionales y nocivas hacia mujeres y niñas.
Estas medidas, lejos de centrarse únicamente en las mujeres y/o las niñas (como mayormente viene haciéndose hasta ahora), deben ser transversales en los trabajos de desarrollo comunitario y abarcar múltiples facetas, así como diversos colectivos implicados y/o interesados como los hombres y los niños. Es decir, mientras las mujeres y/o las niñas participan en proyectos sobre empoderamiento económico, liderazgo, derechos, o salud reproductiva, debe haber espacios donde los hombres y/o los niños puedan revisar y deconstruir sus patrones de masculinización tradicionales fundamentados en los valores patriarcales y entender que acabar con la violencia de género es también su responsabilidad (como siempre intervenciones ajustadas al contexto sociocultural y al colectivo).
Por suerte ya existen iniciativas y organizaciones que se dedican a educar y sensibilizar a niños, jóvenes y hombres como ’No Means No WorldWide’ y ‘MenEngage’.
Por tanto no queremos negar el potencial de promover procesos de empoderamiento con mujeres y niñas, sino recordar que se enfrentan a muchas barreras políticas, económicas, sociales y culturales que coartan su potencial, desarrollo y libertad. Es por eso que reconocemos la importancia de un trabajo integral con todas las partes involucradas, y que este trabajo, implique a hombres y niños para incrementar sus niveles de conciencia, que sean capaces de cuestionar las actitudes y comportamientos tradicionales y patriarcales. Que todas y todos podamos conectar con lo que deseamos ser, lejos del modelo identitario rígido y homogéneo.
«Ningún país ni sociedad es pobre. Nos empobrecen sistemas opresores»
TIDUS COOP.