Hola a todos y a todas:
¡Me encanta volver a escribir sobre la idea de «decrecer» para promover la cooperación para el desarrollo! Y cuando digo decrecer, no me refiero ni a vivir en cuevas, ni volver a cazar para comer.
Ya en un artículo pasado os mostraba «Decrecimiento y Anticooperación. ¿Ayudar al Sur Decreciendo?» por David Llistar, 2009.
Y hoy, para continuar con la evolución del concepto de «desarrollo» (ver enlace, si todavía no sabes qué es desarrollo y su evolución en la cooperación) seguiré con esta idea.
Así pues… empecemos:
La tercera etapa de la evolución del desarrollo la estamos escribiendo todos, cada uno de nosotros, en este momento. Pero hay un aspecto, más a partir de lo que hemos visto, que alcanza cada día más importancia y que necesita un trato especial: el cuestionamiento del desarrollo y lo que plantea. En los últimos años, han ido surgiendo propuestas que lo critican y buscan una superación del mismo.
El decrecimiento es una de esas propuestas.
El decrecimiento tiene su padre teórico en Georgescu-Roegen (cuando tenga un poco más de tiempo, recordarme escribir sobre la teoría del decrecimiento de este señor, ¡vais a alucinar!) , economista rumano que trabaja en dicha propuesta y reflexión teórica en los años sesenta y setenta.
El decrecimiento tiene sus pilares fundamentales en varias premisas:
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El funcionamiento de nuestro sistema económico depende de los recursos y energías que tienen un horizonte limitado y tienden al agotamiento, con lo que el sistema en su conjunto ve comprometida su viabilidad a largo plazo.
- El crecimiento económico siempre tendrá un impacto y una relación directa con el crecimiento y el impacto ecológico
- Los bienes y servicios que producen las economías no son la única riqueza: también lo son la salud, la justicia, los procesos democratizadores, el carácter participativo de las instituciones, la educación… Es decir, el crecimiento cuantitativo y material (monetario) se hace en detrimento de otras “riquezas». Plantea volver a situar a las personas por encima de la economía.
- El consumo masivo de las sociedades actuales las lleva al límite de su supervivencia.
El decrecimiento no estima que se “decrezca» sin sentido, implica buscar un medio para alcanzar una mayor, y sobre todo mejor, calidad de vida basada en premisas económicas diferentes. Esto nos conduce a la revisión del concepto de desarrollo. Cuestiona la medición del PIB (también lo hace el IDH) y afirma que si se busca el restablecimiento de la riqueza en toda su extensión, es inaplazable que el PIB decrezca.
Para que esto suceda parece inevitable que el sistema económico actual cambie de registro, cambie de marcha o directamente se vaya de “vacaciones»: que sea un sistema económico que no precise de un crecimiento constante en bienes materiales y de su producción constante. Propósito: que el sistema económico nos procure, entonces, nuestra supervivencia. La insostenibilidad o agotamiento de nuestro sistema/modelo de desarrollo parece evidente… ¿Hacia dónde podemos crecer?, ¿podemos crecer todavía más?, ¿a costa de qué y de quiénes? El decrecimiento puede ser un propuesta sobre las que armar nuevas posibilidades, nuevos cauces de discusión y creación de alternativas. Cierto es que con el sistema actual y la crisis brutal que estamos padeciendo, las desigualdades campean a sus anchas en nuestras sociedades. Da igual dónde se sitúan en el mapa. Además, la crisis ambiental es más que patente y parece que casi hemos tocado techo… o ya lo hemos roto en mil pedazos.
El decrecimiento lleva consigo la propuesta de reducir el consumo o tal vez adoptar un consumo más razonable y eficiente de los recursos renovables.
Hasta aquí parece que el decrecimiento y su concepción del desarrollo tampoco difieren tanto del concepto de desarrollo sostenible. Pero hay diferencias.
En realidad el crecimiento entiende que sostenibilidad y desarrollo son cuestiones incompatibles si nos atenemos a la realidad actual. Cuanto más desarrollo menos sostenibilidad, es como una relación inversamente proporcional. Sobre todo si el concepto de desarrollo se ancla en el de la producción masiva de bienes para consumir. Parece que volvamos otra vez a la confusión entre necesidades y sus satisfacientes, y el cambio cultual será consecuencia, aunque no sólo, de abandonar determinados satisfactores por otros nuevos y diferentes.
El decrecimiento también tiene críticas
El decrecimiento tiene detractores, desde diversas ópticas ideológicas.
Desde el neoliberalismo, las críticas parecen evidentes. La concepción del modelo de desarrollo tradicional es capaz de resolver los problemas económicos. Según se vayan dando situaciones que rompan el equilibrio del sistema, este podrá poner en marcha acciones que lo restauren. La tecnología, entendida como el paradigma del progreso, será capaz de ir “ajustando» dichas rupturas. Lo “sostenible», lo “verde» nos pondrá en el camino adecuado.
Desde sectores progresistas se comenta que el decrecimiento es una propuesta ingenua, ya que no tiene en cuenta las fuerzas sociales que puedan “revertir» el control de las fuerzas del capital que mantienen el control de la economía.
En el ámbito de la cooperación ¿cómo será posible que los países del “sur» crezcan y cómo esto es compatible con “decrecer» si tenemos en cuenta que muchos de estos países han sufrido y han sido arrasados? No se les ha permitido “crecer» precisamente por la acción expoliadora del “norte». Tengamos en cuenta que la mayor parte de sus poblaciones tienen esta legítima aspiración: crecer, acceder a más y mejores recursos, a poder “vivir» como nosotros. Quizá esto no sea aplicable de forma inmediata a la cooperación, pero abre un camino muy interesante sobre su pertinencia y reflexión.
Es más, algunos países emergentes tienen como referente el desarrollo, entendido como crecimiento económico y de una forma similar a la occidental… Si estos países se incorporan a esta cadena, ¿no será necesario replantearnos el concepto de desarrollo de forma urgente? O vamos al colapso o… ¿a dónde vamos?
NINGÚN PAÍS NI SOCIEDAD ES POBRE. NOS EMPOBRECEN SISTEMAS OPRESORES
TIDUS COOP.