Recientemente me encontré un artículo muy interesante sobre el «Síndrome del Cooperante» en la que la autora Esperanza Márquez exponía una serie de características y puntos identificativos basados en su propia experiencia de cooperación internacional (en Perú) que sufrió al llegar a España.
– SÍNDROME DEL COOPERANTE –
Contrastando su definición
Así cuenta Márquez lo que sintió cuando llegó a Chiclana de la Frontera, en Cádiz:
«Me siento desubicada. Tengo la sensación de que la gente no me entiende. Hablan de temas que no me interesan y a ellos tampoco les importa lo que yo he vivido o sentido.
La peor sensación es la de aislamiento, creer que estás como en una burbuja».
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Para empezar… ¿QUÉ ES UN SÍNDROME?
En medicina se llama síndrome al conjunto de síntomas y signos del cuerpo que, cuando se los agrupa por afinidad, permite orientar el diagnóstico de una enfermedad.
Son, pues, las pistas que nos conducen a caracterizar una patología.
El mundo de la cooperación solidaria tiene sus propias patologías que están más allá de la medicina, pero que podrían dar lugar a una disciplina que las sistematice.
Ahora que existe una fiebre por el voluntariado, que los “cooperantes” proliferan en el primer mundo, se puede hacer el intento de describir lo que llamaríamos -el síndrome del cooperante-.
¿QUÉ ES EL SÍNDROME DEL COOPERANTE?
Este síndrome, es el fenómeno psicológico que padecen los y las cooperantes/voluntarios cuando entran de nuevo en su país de origen y reciben el denominado «choque cultural revertido«.
Este tipo de «shock» tiene lugar al cambiar de entorno de forma brusca. Se producen entonces sentimientos de confusión, incomprensión y desarraigo al entrar en contacto con la cultura nativa.
Un dato curioso es que además de ser extendido en personas que hayan realizado cooperaciones / voluntariados de larga duración; también se pueden encontrar casos en viajeros que hayan estado en contacto con otras realidades sociales en tiempos cortos (por ejemplo viajes de corta duración a sitios muy diferentes al de residencia), provocando incluso depresiones o ansiedad por los cambios radicales vividos.
¿QUÉ SÍNTOMAS TIENE?
Muchos casos coinciden con síntomas de la depresión, veamos los siguientes puntos:
- Ánimo o humor depresivo no habitual.
- Pérdida o ausencia de interés por actividades socialmente lúdicas, de ocio y placenteras.
- Aumento de fatiga o pérdida de vitalidad habitual.
- Bajo estado de ánimo
- Desubicación por el sitio de residencia origen
- Desinterés por temáticas sociales comunes
- Ausencia de respuestas emocionales que en general suelen desencadenar reacciones.
- Alteraciones del sueño
- Alteraciones del humor
- Autocrítica personal o social.
- Etc.
Recuerda que es recomendable comunicar si se padece algún estado de ánimo alterado primero con algún/a familiar y/o seguido de un/a profesional psicosocial.
¿CUÁNDO SE PRODUCE?
Los casos de síndrome del cooperante, en su mayoría, se detectan a la vuelta de las estancias. Podría ser también, porque no es hasta la vuelta de la cooperación cuando se detectan estos síntomas siendo el tratamiento y diagnóstico ya realizado desde el país de origen.
(También existe la opción de sufrir impacto emocional a la llegada de la estancia de cooperación, en cambio estos puntos, los veremos en otro artículo más adelante)
Los y las cooperantes en sus estancias internacionales tienen que afrontar día a día problemáticas que afectan al real desarrollo y estabilidad de la persona que sufre, a sus familiares, o comunidad (hambre, problemáticas de cultivo y/o de ganadería, imposibilidad de ofertas de oportunidades de varios tipos… etc.) desde diferentes perspectivas. Y es así, como un ejemplo simple es el impacto que produce al cooperante cuando vuelve a su país orígen, escuchar a personas que encuentran preocupante o problemático no tener batería en el móvil, qué hacer el fin de semana, o sobre rumores o «cotilleo» sociales… etc.
En los casos más graves, el / la cooperante sufre una crisis existencial que puede hacer necesaria la intervención de un/a psiquiatra o psicóloga/o.
Así le ocurrió tras regresar de Perú a la misionera Isabel Herrero, nos relata Márquez E.:
«El retorno fue duro. La diferencia en el modo de vida, la forma de resolver la cotidianidad, el individualismo, la falta de relaciones comunitarias, la ausencia de alguien a quien contar mis experiencias…me afectaron profundamente».
¿SÓLO LO PADECEN LOS/AS NUEVOS/AS COOPERANTES EN EL ÁMBITO?
No, lo puede padecer cualquier persona e incluso profesionales con largo recorrido en el mundo de la cooperación.
Para contrastar esta pregunta, según el presidente de la ONG Me Importas, Jorge Merino, que vive entre Guatemala, India y España, (con un largo currículo en este ámbito de trabajo), nos deja el siguiente comentario al respecto:
«Todavía me invade una sensación de extrañeza al estar en Palencia, también desubicación y cierto rechazo a determinados hábitos materiales propios de los países llamados del norte».
Otro testimonio retratado en el artículo de Márquz E. es el de Ignacio Cuartas, que realizó una estancia de seis meses en Bolivia con la Fundación Hombres Nuevos:
«Cuando regresé pensé que la gente que me hablaba de las cosas que les preocupaban no tenían ni idea de lo que de verdad importa: la pobreza y los problemas de otros países».
¿SE PUEDE PREVENIR EL PROBLEMA?
Todavía no existen datos empíricos de este síndrome para poder determinar una aproximación médica. No olvidemos que es un proceso individual en el que cada persona crea su propia percepción del problema y la situación.
Compañeros y compañeras, ser consciente es un factor positivo para estar preparados/as.
Tal y como señala la oficina de UNICEF España, los procesos de selección son fundamentales para prevenir la aparación de trastornos psicológicos graves.
«Para ser cooperante no basta la buena voluntad, se necesita capacidad para trabajar bajo presión, para vivir situaciones duras, para colaborar con gente de diferentes culturas… Las ONG deben comprobar que quien contrata posee tales aptitudes», argumenta.
Hay organismos, como Médicos Sin Fronteras (MSF), que toman varias medidas concretas para evitar este trastorno, por ejemplo, utilizan las charlas de retorno o un teléfono de emergencias disponible las 24 horas. Cuando los cooperantes finalizan su trabajo en el exterior reciben unas sesiones en España encaminadas a prevenir los síntomas que pueden padecer. Según explica la psicóloga de la unidad psicosocial, esta acción se basa en el principio psicológico de que, cuando sabes que algo va a suceder, las repercusiones emocionales disminuyen.
Incluso en organizaciones de grandes dimensiones, como Acción Contra el Hambre y Save The Children (en España), que cuentan con charlas y sesiones de orientación para mejorar la experiencia del regreso, hay cooperantes que aseguran no haber recibido consejos o advertencias sobre cómo lidiar con el regreso, tal vez como consecuencia de no contar con fondos suficientes para gestionar la psicología de los cientos de trabajadores con los que cuentan.
Entonces… ¿son las mismas ONG quienes se tienen que responsabilizar de estas situaciones en sus cooperantes?
Como es de comprender, no todas las ONG van a poder asumir un gasto extra para atender las necesidades de reintegración de sus cooperantes, en cambio si es interesante que la propia AECID, entre las competencias que tiene atribuidas, se encuentra la de asegurar el cumplimiento del Estatuto del Cooperante, en el que se afirma que todos ellos y ellas tienen derecho a recibir atención psicológica cuando sea requerido.
Los medios con los que cuenta la agencia estatal son, sin embargo, limitados, ya que en los últimos 5 años la partida presupuestaria dedicada a cooperación al desarrollo se ha visto reducida un 65%
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La labor de cooperante es gratificante, pero conlleva dificultades y obstáculos. No es posible ser un superhéroe a tiempo completo.
«Igual que ayudas en una aldea tienes que ser capaz de tomarte un café con un amigo/a y escuchar sus problemas«-«Somos la herramienta más importante que tenemos«.
Las ONG deben ser conscientes de que volver es un proceso tan complicado como salir de ella. Si no se hace nada, los y las cooperantes se sentirán igual de extranjeros/as en un poblado africano que en su casa.
Textos de referencia:
- El Síndrome del cooperante 1:
http://danielmercadosj.blogspot.com/2011/06/el-sindrome-del-cooperante.html - El síndrome del cooperante: el reto de regresar a casa:
http://www.elmundo.es/sociedad/2016/08/30/57c46972e5fdeae10e8b45d8.html
Hola, yo soy Esperanza Márquez jeje. Muy interesante tu entrada. Realmente yo no soy la autora del artículo, soy la entrevistada pero es muy bueno que se reflexione de éstos temas sin caer en estereotipos ni dramatizar sino hablando de las consecuencias de los cambios emocionales de presenciar distintas realidades. Saludos 🙂
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Muchísimas Gracias por tu comentario compañera. Estoy totalmente de acuerdo en tu visión. La cooperación es un ámbito todavía muy desconocido para muchas personas y los que trabajamos por y para ello tenemos que afrontar muchos retos.
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